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La casa fría

"La Casa Fría" es una performance dividida y habitada en varios momentos. En cada uno de ellos, los y las participantes del grupo exploran aspectos clave de sus propios procesos de investigación-creación, de sus propios procesos vitales, utilizando las intersensibilidades y performatividades como herramientas de reconocimiento ampliado de las experiencias y las creaciones.


El título de la pieza proviene de un poema de Yenifer Sepúlveda, una de las integrantes del grupo. Sus letras capturan los sentimientos y sensaciones que surgen al reflexionar sobre su hogar y la experiencia de migración y adaptación entre Pereira y Bogotá. Las letras de Sepúlveda no solo dan nombre a la obra, sino que también acompañan, acogen y guían los distintos momentos que cada participante desarrolla en la performance.

La casa fría
 
Abrazar una ventana, añorar ser lo que se ve a través de ella: árboles, barrancos, lluvia, niños corriendo, piedras rodando.
 
Repasar el segundo exacto cuando no eres más ese paisaje, cuando cambiaste el adentro por los afueras.
 
Ir, volver, ver, tener todavía el corazón caliente.
 
Y comprender que sigo siendo montaña, sigo siendo río. El nido soy yo misma.
Estas flores antes fueron trozos de lluvia sobre la casa fría, 
semillas de agua que nacieron al negar su frío en la tierra.
 
Los días que están aquí los trajeron de lejos en un costal de mimbre rojo con naranja,
roto por su trabajo los domingos en la plaza.
 
Los estruendos que hoy escuchamos hace rato estallaron, 
cada vez que a alguien los recuerda,
suenan, siempre es una primera vez.
 
A mi regreso las paredes no me conocieron y a diferencia de antes,
esta vez no hubo ruido.

 
Al irme jamás me llevé el corazón.
Puse mi ropa sucia sobre los muebles. Ya no era yo. Era la casa fría.
Repasar el alma con historias, reconocer todas las voces.
Correr como caballos, ladrar como perros muertos.
Saber de todas las existencias.
 
Regresar a casa es asumir que uno por dentro no sólo contiene renuncias.
 
Recorrerlo todo pese a la tristeza.
 
Tengo la sensación de no poder con estas palabras, con estos olores.
 
Entonces, hago el siguiente esfuerzo: abro mis puertas, me invento el sol y con su reflejo puesto sobre mis piernas frías entiendo.
 
Tener una casa en el cielo es despedirse todas las veces de distintas pesadillas.
Besar toda clase de cosas, 
cambiarlas por lluvia o un trozo de algo que quite el hambre o borre la tristeza.
Se hace tarde, me pesan los huesos de los pies roídos por el tiempo.
 
Yennifer Sepúlveda

Actualizado por SAENZARTING 

Ultima actualización 26-09-2025

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